¿Qué es lo que hace que el picante nos guste tanto a los humanos y en especial a los países como México aun cuando nos produce una sensación de dolor y ardor? ¿De dónde viene todo esto? Para eso tenemos que ir primero a la naturaleza.
Según un estudio, los chiles contienen una sustancia llamada capsaicina, una molécula que produce el picor y que muchos animales rechazan, pero no sólo ellos, naturalmente la lengua del ser humano también está configurada para rechazar el sabor picante.
A la hora de ingerir la molécula capsaicina, proveniente del chile, el cerebro envía una señal similar a la que emitiría si la lengua se estuviera quemando. ¿Y por qué lo comemos entonces?
Secreto de la naturaleza
El proceso evolutivo a través del cual los chiles desarrollaron capsaicina, aún está en debate. Los científicos certifican que las plantas parecen haberse vuelto picantes con el tiempo con un sabor que evitaba que los mamíferos e insectos las comieran como una forma de sobrevivencia.
Los sistemas digestivos de los mamíferos descomponen sus semillas y evitan que germinen, pero ese no es el caso con las aves: las semillas pasan a través de ellas ilesas y se excretan íntegras para germinar en nuevas plantas.
Entonces, si las plantas de chile desarrollaron su ferocidad para evitar que los mamíferos comieran el fruto de la planta, ¿por qué no funciona con los humanos?
Es especialmente sorprendente dado que los humanos normalmente también asocian sabores amargos con venenos; es parte de nuestro mecanismo de supervivencia evolutivo.
Hay indicios de por qué nos convertimos en los únicos mamíferos (junto a las musarañas chinas) en comer vegetales picantes, lo que nos lleva a analizar el comportamiento de nuestros antepasados.
Alerta, alerta
Una de las teorías es que a los humanos les gustan los alimentos picantes debido a sus propiedades antifúngicas y antibacterianas.
Al parecer, la gente comenzó a darse cuenta de que los alimentos con sabor picante tenían menos probabilidades de estar podridos: el picante como señal de que están en buen estado.
Investigadores analizaron miles de recetas tradicionales de las dietas a base de carne de 36 países y descubrieron que las especias se usaban con mayor frecuencia en lugares con climas más cálidos, donde la comida se pondría mal más pronto.
“En los países cálidos, casi todas las recetas a base de carne requieren al menos una especia, y la mayoría incluye muchas especias, especialmente especias potentes, mientras que en los países más fríos se preparan platos menos condimentados, o con solo unas pocas especias”, concluyeron.
Ocurre lo mismo con México que se destaca de sus continentes vecinos, está en una región en donde el clima y la altura favorecen el cultivo de picante, haciéndolo de esa forma algo sociocultural transmitido de padre a hijo e incitado por el entorno.
Sin embargo, existe una teoría opuesta para explicar nuestro amor por los chiles: nuestra relación con la comida picante es el resultado de lo que se conoce como “riesgo restringido”.
Sugiere que comenzamos a comer chiles debido al mismo impulso de búsqueda de emociones que hoy en día nos hace montar en una montaña rusa o hacer paracaidismo.
Los humanos son los únicos animales que disfrutan los eventos que son naturalmente negativos. Nuestras mentes aprendieron a ser conscientes de que no estamos en problemas, incluso si nuestros cuerpos reaccionan de la manera opuesta.
Parece que nos gusta comer pimientos picantes por la misma razón que disfrutamos viendo películas de terror.
¿Pero que nos da esa emoción?
El comer es un placer, pero cuando se combina con dolor puede generar una sensación mucho más placentera, ya que cuando se pasa el efecto “doloroso” lo que se siente es una sensación de alivio, algo también placentero. Esta es en realidad una actividad “benignamente masoquista”, por lo que el dolor provoca después: alivio.
Produce cierta “adicción”
Este tipo de dolor y posterior alivio genera endorfinas, la razón de la que sea placentero y es esto que produce en tu cerebro es lo que te hace comer más.
En realidad, lo que pasa es que las personas les gusta el efecto secundario que el picante produce en su cerebro, ya que éste busca constantemente situaciones que generen bienestar y produzcan endorfinas, por eso lo repites.
Para Paul Rozin, psicólogo de la Universidad de Pensilvania, el picor es una experiencia emocional de riesgo, dolorosa, pero de poca duración y sin daño permanente. Así, el placer tiene lugar cuando el individuo descubre que el estímulo doloroso y las respuestas defensivas no son realmente peligrosas para la vida. Consumir chile es intenso y provoca una fuerte descarga de endorfinas, por esta razón comer chile resulta más placentero que doloroso.
¿A las comidas le falta ese picor?
Rossana Nieto Vera, especialista en investigación y profesora de la Universidad Anáhuac México Norte, asegura que, si una persona se acostumbra a comer con picante, cuando deja de hacerlo los alimentos no saben igual. “Lo que pasa es que relacionan el placer de comer con ese ardor en la boca y por eso la comida sin picante la sienten sin chiste. De cierto modo sí, se puede considerar un tipo de masoquismo culinario”, señala.
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